Prólogo
La Virgen de Santa María del Viso, su ermita y la villa de Bamba han estado vinculados secularmente con la revelación del cuerpo de San Ildefonso. Nuestra Señora del Viso es la patrona de la Tierra del Vino. Tiene ese nombre porque “está al viso y vista de muchas partes y contornos suyos, por su eminencia y altura del monte donde está” (J. MARTÍNEZ DE VEGAS). En la actualidad esta imagen sigue convocando en su actual templo parroquial de Bamba a los hombres de su Tierra. Los lugareños guardan como custodios un relato transmitido de generación en generación, en donde a un pastor de nombre Pascual se le apareció en sueños la Virgen del Viso, y le reveló el lugar donde estaba enterrado el cuerpo de su capellán, San Ildefonso, ordenándole ir a Zamora para dar la noticia a los clérigos de la iglesia de San Pedro. Posteriormente estos deberían colocarlo en un lugar conveniente para que recibiese la veneración merecida.
El acontecimiento de la “inventio” -hallazgo- de los cuerpos santos de San Ildefonso y San Atilano sucedió en el año de 1260, según el relato del franciscano Fray Juan Gil de Zamora. Este autor eleva el santuario del Viso a centro de peregrinación a cuyas “limina” -puertas- acudían enfermos para sanarse incluso de lugares extra diocesanos.
A partir de 1230 la villa de Bamba formó parte del señorío cameral del Cabildo Catedral. Antes de caer bajo esta jurisdicción, había sido el centro de un priorato, dependiente del monasterio italiano del Santo Ángel de Ursuaria por deseo del emperador Alfonso VII.
El objeto de esta obra se ha centrado en reconstruir la memoria de este acontecimiento: cuándo y quién le dio forma escrita, y sobre todo qué objetivo perseguía. Igualmente conocer la influencia del santuario en la villa, así como la vida cotidiana de unos hombres bajo el señorío capitular.
Esta obra ha utilizado todo tipo de materiales para su construcción, desde la testigo excepcional -la imagen de la Virgen del Viso-, los documentos diplomáticos y las fuentes hagiográficas.
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