Pleitos para la historia local Cañizal: una villa de Valdeguareña

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Autor: Luis Torecilla Hernández
Colección: Biblioteca de cultura tradicional zamorana, 20
Páginas: 299
Lengua: Español
Editorial: Editorial Semuret, S.L
Año edición: 2007
Plaza de edición: Zamora
ISBN 978-84-88954-84-8

Información de interés:

‘Es un extenso volumen donde, a través de documentos jurídicos, se puede rastrear la vida de un pueblo desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. A pesar de que la literatura jurídica es prolija y difícil de leer, Luis Torrecilla Hernández, excelente escritor, divulgador y pedagogo, nos presenta una investigación donde los términos, las funciones y los protagonistas son definidos y explicados para allanar la lectura de tan complejos y apretados documentos.

La idea de Francisco Rodríguez Pascual (“…urge muy mucho hacer un vaciado completo… de la obra de nuestros historiadores… de todas las revistas del siglo XIX y comienzos del XX… de las actas por juicios…”) se hace realidad en este amplio texto.

En Pleitos para la historia local… podemos obtener datos de los tres ámbitos (lenguajes culturales, les llamo) que componen la cultura tradicional:

El lenguaje ecológico está presente en los términos referidos a los pagos o topónimos, los aprovechamientos de éstos (pasto, leña, descansaderos, rastrojeras, majuelos, arrompíos…), en las medidas utilizadas tanto para el terreno (estadales, fanegas, huebras, aranzadas…) como para el fruto ( fanegas, morenas, hacinas, cargas de tinta, odrinas de mosto…), y en los animales que se aprovechaban en este lugar (mulos, yeguas, burros, cerdos, cabras, ovejas, borregos, corderos, vacas, terneros, novillos, holgonas, bueyes de labor…) En fin, numerosos detalles sobre la relación del vecino de Cañizal con su medio ambiente, que aparecen a lo largo de la lectura. Siempre me ha llamado la atención “el agua cuba”, el agua que se echaba en las cubas que habían contenido vino y se mantenía fresca en la bodega “…sabía a vinillo y no te atontaba en el trabajo…”. Esta característica costumbre también aparece en uno de los pleitos.

El lenguaje social es el más presente. Los pleitos manifiestan los problemas de la vida social. Destaco, por ejemplo, los pleitos sobre posesión y aprovechamiento de terrenos, los problemas derivados del amojonamiento de éstos, las ingerencias de intrusos y los problemas con los municipios vecinos (Toro), y sobre todo con la Mesta. A lo largo de estos pleitos aparecen un sin fin de roles vecinales y extravecinales tanto sociopolíticos como laborales. Entre los sociopolíticos mencionamos al comendador, el regidor, los alcaldes, el escribano, el pregonero, el guarda de campo…, y entre los sociolaborales muchos más, como el trajinero, arriero, mestano o cañariego, lagarero, jornalero, bracero, senarero, labrador, cangrejero, zagal, mayoral, pastor, molinero, carretero, tejero, menestral , ama de cría, cirujano, sastre, boticario… La vida económica está representada también en los pleitos sobre el molino, el pósito o la abacería (el comercio). Ésta última ofrece una relación de los productos que no daba la tierra de Cañizal y se vendían en ella, desde el congrio hasta las lías y las velas. Pero en el leguaje social es llamativa, sobre todo, la relación familiar y los conflictos que generaba: las herencias, las tutelas y la nueva situación en la que quedaban socialmente las viudas y sus hijos. El control social y moral ejercido por el cura, el predicador de cuaresma y los propios vecinos, es muy significativo en el pelito de 1761 contra Alonso Rodríguez, un vecino que mantiene relaciones íntimas con la hija de su vecina viuda. Es un escándalo, y va a la justicia por “la relajación de vida de Alonso Rodríguez, con una moza soltera”.

El lenguaje tradicional (la comprensión religiosa, mítica o estética de la realidad) está menos presente en estos documentos. Por ejemplo, hay alusiones a algunas fiestas religiosas: La Pascua de Flores, San Juan, Carnestolendas, Jueves Santo… Las mandas religiosas que originaban los testamentos, misas, novenarios, limosnas a los pobres…

Dejamos simplemente aludidos los datos.

Al lector atento le llamarán también la atención el ajuar completo de una casa, la relación de armas de los vecinos (arcabuces y lanzas), y algunas enfermedades que sufrían, desde la gota hasta ser eunuco… Todo ello será destacado por el autor del trabajo, que, como ya hemos dicho, facilitará la lectura de los documentos con definiciones y explicaciones oportunas.

Luis Torrecilla Hernández ya es experto en el arte de hacer sencillas las cosas difíciles. Ha demostrado en anteriores publicaciones su capacidad de contar la historia de Cañizal, su querido pueblo de origen, para que sus compaisanos la puedan leer de un tirón (Cañizal. Apuntes para una historia. 1991), ), ha ofrecido varias maneras de conocer y descubrir Valladolid, su ciudad de residencia y trabajo, en libros originales y cercanos a jóvenes lectores (entre otros: Valladolid. Femenino Singular. 2004, y Valladolid. La Huella Francesa. 2007) Es pedagogo de profesión, y no lo puede disimular cuando presenta los resultados de su otro trabajo, afición, casi pasión, de investigar y divulgar la historia y la cultura tradicional. La Mancera, sencilla revista de Cañizal, también da fe de su amplia labor y buen hacer.

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