Prólogo
A los hijos de Villamor
A los que fueron
A los que son
Y a los que serán
Villamor de los Escuderos es un pueblo pequeño; muy pequeño me atrevería a decir, de la provincia de Zamora. Tiene Ayuntamiento propio. Si faltara Villamor, tal vez nadie se daría cuenta, o quizá, sí. ¿Somos alguien, importamos a alguien? Un pueblo tan pequeño como Villamor, ¿qué historia puede tener?, y, sobre todo, ¿quién puede conocerla, o a quién puede interesar?
No tengo respuestas para estas preguntas; tampoco es mi intención responderlas, pero en todo pueblo, grande o pequeño, han vivido y viven unas gentes, y esas gentes, esas vidas, generan historia y han transformado un paisaje. Las gentes de Villamor, con sus vidas, sus afanes y tareas, sus penas y sus alegrías, sus odios y sus amores, — han escrito una historia sobre la tierra de su pueblo.
Estas personas, nuestros paisanos, han transfigurado el paisaje, el entorno, con su sola presencia en él, y, sobre todo, mediante su trabajo, su esfuerzo, sus sentimientos, su vivir pleno, para convertirlo en la realidad que vivimos nosotros, sus descendientes.
La Carpintera, la Silva, el Sendero Negrillo, la Marrada, el Arroyo, las Eras, el Prado, la Alameda, y todos los términos de Villamor, el mismo pueblo, sus viviendas, sus calles y plazas, ya no son jamás naturaleza muerta, sino que viven preñados de sudores, sufrimientos y alegrías de unas gentes que se hicieron a si mismos, mientras sudaban estas tierras.
Una cosa que fuera solamente cosa, lo que es, en el aislamiento, sería muy poca cosa, dice el filosofo español José Ortega y Gasset. ¡Qué pobre, qué yerma, qué borrosa! Cada cosa posee dentro de ella misma una secreta potencialidad de ser mucho más, cuando se liberta en contacto con otras cosas o con personas. Diríase que cada cosa es fecundada por las demás para formar grupos, sociedades, mundos, continua.
El paisaje cobra sentido a partir de las experiencias de las personas. Mis experiencias, mis sentimientos y mis pensamientos, mi vida, han marcado una manera de ver y sentir a mi pueblo, y os lo muestro en este libro. De la misma manera vosotros, paisanos, habéis forjado vuestras vidas a partir de lo que os ha dicho y proporcionado este paisaje; sois un reflejo de él. Pero ¿qué puede decir a un extraño, a quien no lo ha vivido ni sentido?
No es nada difícil sentir dentro de cada casa la vida de sus moradores. Seguro que todos lo habéis comprobado más de una vez.
Desgraciadamente, la historia se inscribió en las memorias de las gentes, y los acompaño a la otra vida. Una historia que comenzó hace ya muchos siglos y que, a medida que sucedía, surgían otras y otras, escritas sobre las anteriores, y así hasta nuestros días; hasta los días de nuestra propia historia.
Podría decirse que, de cada vida, emana una vida nueva, y otra de ella y así sucesivamente hasta el final de la misma, si es que tiene que haber un final. Porque la vida es la historia que guardamos en nuestra memoria, son nuestros recuerdos aún vivos que permiten a la vida su continuo ir y venir, y que no pueden desaparecer.
De estas historias, de estas vidas, quedan vestigios, huellas, que hemos buscado y rebuscado en nuestra memoria oral y escrita. Siguiendo estas estelas, estos restos, estas señales y reliquias, hemos llegado hasta aquí, ellas nos han traído hasta lo que mostramos en este libro.
Todas ellas ocupan una geografía, unos lugares propios, en los que un pueblo desarrolló una cultura, unos campos artísticos, unas costumbres, que han llegado a formar una parte inalienable de nuestras vidas. La geografía ha sufrido cambios propios de los avatares del vivir, del convivir, ha ido creciendo y transformándose poco a poco hasta llegar a lo que hemos recibido hoy. Indagamos y admiramos el paisaje, sus características propias y su transformación a lo largo de los años y de los siglos.
Diría más, al pensar, al filosofar, estos paisajes, han llegado a ser para mí, paisajes filosóficos. Estudiando el paisaje podemos llegar a conocer y, tal vez, a comprender, el alma de sus gentes, de la que ha emanado a borbotones la historia o las historias del pueblo.
Fruto del cariño que todos los hijos tienen para con sus padres, nace esta obra con el propósito de mantener unas vidas, honrar y agradecer a todos los villamoranos, pasados, presentes y futuros, su contribución a la historia y a la vida del pueblo, que es nuestra vida y nuestra historia. De sus vidas nacimos, de ellas nos alimentamos y somos lo que somos.
Fue villa de señorío perteneciente a la casa de Valdecarzana, la cual nombraba alcalde y concejo, y en 1.153, Alfonso VII, el emperador, la agrega al territorio de Toro. Villa es mas que aldea, pues tenia privilegios y Villamor solía ser lugar de recreo de nobles y eclesiásticos.
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